Mis queridos todos, si hay algo que me gusta hacer en esta vida es viajar, pero si hay algo que no me gusta sin duda alguna, es la eterna espera en el aeropuerto.
Miras para un lado, un señor mayor te contempla fijamente, lejos de intimidarme, lo que me pone es nerviosa e incrementa mis ganas de montarme en el aeroplano.
Miro al otro lado, una familia con todos sus hijos, adoro a los niños y aun más cuando algún día tenga los míos propios, pero en esta situaciones, al igual que el señor de mirada sostenida, me ponen aun más nerviosa, corretean, se escapan de sus madres, gritan , lloran, lo sé ¿Qué van hacer? son niños, es su cometido.
En fin dejando a un lado los trastornos pre-vuelo, y mis dificultades para afrontar el despegue les contare un secreto.
Por favor vuelvan a cerrar una vez más los ojos por mí y visualicen una pista, que puede ser de aterrizaje, pero en este caso, nos vamos, así que es de salida. Es de noche y la estampa es simple pero preciosa, miles de lucecitas de todos los colores parpadean, indican el camino de alzamiento, se pierden en el horizonte, junto con mi vista.
Me encanta mirar por la ventana, la luna está arriba, y un trozo de cielo esta estampado bajo mis pies, sería un bonito lugar para contraer matrimonio, no habría invitados, bueno si, las estrellas aeroportuarias, un piloto, unos novios y un buen viaje.
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