Por muchos kilómetros que nos separen, de algún modo la conexión fraternal que me une a ti, es mucho más poderosa que todas las redes sociales del mundo juntas.
Tendríamos 10, 11 años, no lo recuerdo, pero sí recuerdo las primeras palabras que te escuche decir.
No sabía que uno podía tener flechazos en cuanto al tema de la amistad, pero si se tiene, sin duda alguna aquel día me pasó.
Desde entonces siempre hemos sido uña y carne, Barcelona, Madrid o la Conchinchina no importa donde estemos, porque de algun modo siempre estamos juntos…
Saben esa sensación de que no hace falta hablar, porque sabes exactamente lo que está pensado el otro sujeto, eso es lo que siempre me pasa con mi amigo.
Eres y serás siempre de las mejores personas que he conocido, una tarde de cine, un domingo cualquiera, unas cervezas mañaneras o simplemente el placer de no hacer nada a tu lado, se traduce en los mejores ratos.
Tengo anécdotas que nos unen para escribir 100 libros y mientras los escribimos aun pasarían más.
Recuerdo un verano, hace dos más concretamente, en un pueblo perdido de la Costa Brava, tu empeñado en andar dos kilómetros para ir a la playa que no era la de siempre, yo intentando convencerte de mis pocas ganas de andar, finalmente cedí, con la mala fortuna que tu chancla se rompió, aun lloro de la risa acordándome de ti arrastrando el pie. El asfalto ardía y la arena de la playa quemaba, el señor mayor del paseo marítimo, se solidarizo con mi risa y al final salí ganando yo.
Tengo el mejor amigo que alguien puede tener y por eso ahora y siempre, te digo que gracias por existir.
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