El uno de Enero del presente año, entro en vigor la ley antitabaco, por la cual se prohíbe fumar en cualquier establecimiento dedicado al ocio nocturno, diurno y del buen comer.
No solo eso, queda prohibido fumar en las marquesinas de las paradas de los autobuses, en un radio de 150 metros de un parque, colegios y hospitales o eso tengo entendido.
Por una parte, me declaro a favor en cuanto al tema de los niños y los hospitales, está claro que hay que velar siempre por la salud de los más desprotegidos, pero yo me pregunto, a veces voy paseando por las calles de mi ciudad y sin querer topo con mis huesos fumadores por la puerta de un colegio. ¿Qué ocurre entonces? ¿Salta una alarma y vienen dos policías dispuestos a arrestarme? No lo entiendo mucho la verdad.
En cuanto a los bares y restaurantes, no concibo la idea sin el cigarro de caña y tapa, o el de sobremesa con un pacharán. Si algo hay en España señores, son bares, das una patada y aparecen tres, el típico del barrio, el de los abuelos en el pueblo o el de moda de al salir del trabajo. Estoy más que convencida que esta nueva propuesta ha descendido sus beneficios.
En cuanto a los no fumadores, imagino que estarán encantados, su ropa y pelos al volver a casa tras una noche de copeo, no apesta, lo cual me solidarizo y le doy un punto no, un puntazo a favor de la ley. Pero oigan, si como ya he dicho antes bares y restaurantes hay a patadas, los que quieran, que implanten la ley y los que no dejen la capacidad de elegir al resto de los ciudadanos, puesto que si algo tenemos las personas, que nadie nos va a quitar, es precisamente dicha capacidad.
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