miércoles, 9 de marzo de 2011

...En los fiordos noruegos.

Queridos todos, esta vez no quiero que jueguen a adivinar donde estuve, simplemente trataré de describir la belleza de lo vivido a través de mis palabras.
Tras trenes, autobuses, un avión, otro tren de media noche y un coche alquilado, acabé en el fiordo de Handarger, situado en el sur oeste de Noruega, la enciclopedia me dice que es el segundo más grande de su país y el tercero del mundo. Son 179 kilómetros de belleza asombrosa, donde no sueltas la cámara, tus ojos se agrandan como los del lobo feroz, la naturaleza se apodera de ti, su aire a limpio te llega a los pulmones, que te cargan de energía, te paras un momento a contemplar y la sensación de deslumbramiento, hace que la paz llene el espacio que me separa a mí, de todos ustedes.
Imaginen por ejemplo la sierra de Gredos en Extremadura, ahora multiplíquenla por diez, hagan un gran hueco, pues ahí tiene que caber la inmensidad del océano, a continuación, en su nueva postal, pongan muchos árboles, de aspecto lánguidos con toques verdosos, nevados con un marrón que me recuerda al otoño. Coloquen casitas de de madera, con esos porches de película, no importa el color que elijan, el blanco de los fiordos va con todo.
Kilómetros y kilómetros de una naturaleza que te llega, te sientas en el muelle y a cero grados con una estrella en el fondo marino, me entran ganas de tirarme y morir de pulmonía por ti, naturaleza mía.

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