Esta vez como ya es costumbre, tampoco revlaré hacia donde me dirijo. Fiense de mi, cierren los ojos y déjense llevar.
Lo primero que deben de llevar en este viaje es una armadura imaginaria. el suelo de esta nueva ciudad patina, su cielo es gris y da cierto acento de misterio encantado.
Castillos que reservan las joyas de la corona, y las armas que escribieron la historia se intercalan con catedrales, parece que de un momento a otro Harry Potter va entrar en escena y maravillarnos con algunos de sus trucos.
Espero que ya vayan dilucidiendo donde me encuentro, descartado ya el sitio de vacaciones de Curro el de la anuncio, les sigo dando algunas pistas.
Aquí la moda es a cuadros y el hombre vestido con prenda de mujer resulta muy masculino.
Cornisas con banderas y cañones apuntando a las afueras de la ciudad te hacen sentir como William Wallas a punto de gritar "por la libertad". Demasiadas pistas, en efecto me encuentro en Edimburgo tierra de lord ingleses.
Por supuesto se la recomiendo, no dejen de pateársela de arriba abajo, de meterse en cada uno de sus rincones rematados con cientos de peldaños. Sin más, mis queridos todos me despido hasta la próxima.
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