Hablamos de atardeceres, seguro que en su cabeza visualizan la típica estampa de dos enamorados en un tiempo veraniego, abrazados promunlgándose amor eterno. Pues bien en esta estampa no hay amantes, solo mi persona y la naturaleza. Me siento como el creador de la tierra, camino sobre el agua gélida, el manto de nieve me llega hasta la rodilla, es absoluta la paz, como si no existieran más personas.
Mirando hacia el horizonte el sol va cayendo, como si quisiera meterse dentro de la tierra, de ahí la viveza de los colores que desprende, ese rojo anaranjado se funde con violetas y crean una imagen en mi cabeza imborrable.
Dicen que la naturaleza es sabia, tiene vida y a través del silencio blanco y puro de este atardecer, trata de hablarme, exactamente no se que me dice, pero su aliento es de calma y plenitud. Sin duda alguna de las cosas más simples y preciosas que he contemplado en mi vida.
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